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CARTA DEL PROGRAMA DE NUEVOS DIRIGENTES
COMISION EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA

Nosotros los Nuevos Dirigentes reunidos en el Primer Encuentro Nacional, celebrado en la Ciudad de Mar del Plata, a los 09 días del mes de octubre del año 2009, tras debatir profundamente sobre como podemos trabajar en la construcción de un proyecto de país, de permanente búsqueda del bien común y  teniendo como principal preocupación la pobreza estructural que padecemos los argentinos desde hace mas de 30 años; arribamos a las siguientes conclusiones:
-Que el liderazgo social, político, sindical y eclesial debe ser amplio, plural y colectivo. Teniendo como objetivo esencial la búsqueda de consensos, sin eludir debates necesarios de todos los sectores, aunque  hoy parecen estar marcados por la mezquindad de algunos pocos que olvidan al conjunto. Los verdaderos liderazgos de este tiempo deben tender a la transformación social en los diferentes ámbitos del quehacer nacional, tendiendo así  al desarrollo de todo el hombre y para todos los hombres.
-Que para ser efectivo este tipo de liderazgo es imprescindible sustentarlo en: la verdad, la prudencia, la humildad, la justicia, la tolerancia, la solidaridad, la coherencia, la honestidad, y la vocación de servicio; sin olvidar la necesaria audacia, valentía y perseverancia que parten del corazón del hombre.  Todo ello nos permitirá afirmar las ideas é ideales que componen nuestra vida toda, a través de la fraternidad y la amistad social. 

-Que no habrá proyecto de país perdurable en el tiempo si no es fruto de la participación, el diálogo y el consenso de todo el pueblo; sabemos que si un pueblo no logra expresar y realizar su proyecto seguramente otros intereses o interesados,  lo escribirán y les dirán como ejecutarlo. Por eso hoy más que nunca los argentinos nos debemos los espacios necesarios para construir un proyecto de país que contenga  la vida e historia de nuestra patria.
-Tenemos la convicción de que el militante es libre, porque se posee a sí mismo,  elige entregarse  a los demás, en pos de la construcción colectiva de un proyecto de país y teniendo por fin último, la realización efectiva del Bien Común.
- Recordando a nuestros Obispos refrescamos y repetimos fervientemente que queremos ser Nación, cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común, amando a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres, aborreciendo el odio, construyendo la paz y perdonando a los que nos ofenden. Aquí estamos Señor, cercanos a María que desde Luján nos dice Argentina canta y camina.




Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad

 (2010-2016)



1.    
Los Obispos de la Argentina, nos
dirigimos a todos nuestros hermanos que
habitan esta bendita tierra. Les escribimos desde nuestra fe como
discípulos y misioneros de Jesucristo, “rostro humano de Dios y rostro divino
del hombre”[1], porque “la
misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación
universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia,
todas las personas, todos los ambientes y todos los pueblos. Nada de lo humano
le puede resultar extraño. La Iglesia sabe, por revelación de Dios y por la
experiencia de la fe, que Jesucristo es la respuesta total, sobreabundante y
satisfactoria a las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida y
de la realidad, la felicidad, la justicia y la belleza. Son las inquietudes que
están arraigadas en el corazón de toda persona y que laten en lo más humano de
la cultura de los pueblos. Por eso, todo signo auténtico de verdad, bien y
belleza en la aventura humana viene de Dios y clama por Dios”.[2]



Aportes para una nueva Nación



2.    
Muchos signos nos hacen pensar que
está por nacer un país nuevo, aunque todavía no acaba de tomar forma. En los últimos años, gracias al diálogo, hemos vivido
aprendizajes cívicos importantes. De manera institucional, logramos salir de
una de las crisis más complejas de nuestra historia. Elegimos la no-violencia y
se establecieron programas específicos para el cuidado de los más débiles. La
experiencia histórica nos ha demostrado que por el camino de la controversia se
profundizan los conflictos,
perjudicando especialmente a los más pobres y excluidos.



3.    
A partir de las crisis vividas, ya
nadie cuestiona la necesidad de un Estado activo, transparente, eficaz y
eficiente. Crecimos en la promoción de los derechos humanos, aunque todavía
debemos avanzar en su concepción integral, que abarque a la persona humana en
todas sus dimensiones, desde la concepción hasta la muerte natural[3].
También maduramos en la aceptación del pluralismo, que nos enriquece como
sociedad, aunque todavía persisten resabios de antiguas intolerancias.



4.    
Por otro lado, hemos tomado
conciencia que no hay democracia estable sin una sana economía y una justa
distribución de los bienes[4],
aunque entre todos debemos seguir trabajando a fin de hacerla realidad y que no
quede sólo en una consigna o en un plano teórico o meramente emotivo[5].
Asimismo, reconocemos la importancia estratégica de la educación, de la
producción y del desarrollo local, de la urgencia de generar trabajo y de la
necesidad de recobrar la auténtica cultura de la laboriosidad.



5.    
Con vistas al Bicentenario
2010-2016, creemos que existe la capacidad para proyectar, como prioridad
nacional, la erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de todos. Anhelamos
poder celebrar un Bicentenario con justicia e inclusión social. Estar a la
altura de este desafío histórico, depende de cada uno de argentinos. “
La
gran deuda de los argentinos es la deuda social. Podemos preguntarnos si
estamos dispuestos a cambiar y a comprometernos para saldarla. ¿No deberíamos
acordar entre todos que esa deuda social, que no admite postergación, sea la
prioridad fundamental de nuestro quehacer?”[6]
. No se trata solamente de un problema económico o estadístico. Es,
primariamente, un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más
esencial y requiere que nos decidamos a un mayor compromiso ciudadano. Pero
sólo habrá logros estables por el camino del diálogo y del consenso a favor del
bien común, si tenemos particularmente en cuenta a nuestros hermanos más pobres
y excluidos.



6.    
Precisamente porque estamos
alentando al diálogo, no pretendemos ofrecer una propuesta exhaustiva y
detallada para resolver los problemas actuales del país. Más bien expresamos la
necesidad de buscar acuerdos básicos y duraderos, mediante un diálogo que
incluya a todos los argentinos. Tampoco queremos caer en reduccionismos y
simplificaciones sobre cuestiones que requieren el aporte de muchos, y
valoramos como un don la pluralidad de miradas sobre la cuestión social y
política. No obstante, como hombres de fe y pastores de la Iglesia, hacemos
nuestros aportes sabiendo que “la evangelización ha ido unida siempre a la
promoción humana y a la auténtica liberación cristiana”[7].
Por eso nos animamos a compartir nuestros anhelos y preocupaciones.



La
celebración del Bicentenario (2010-2016)



7.    
El 25 de mayo de 1810, el Cabildo abierto de Buenos Aires
expresó el primer grito de libertad para nuestra patria. El 9 de julio de 1816,
los representantes de las Provincias Unidas en Sud América se reunieron en la
ciudad de San Miguel de Tucumán y declararon la independencia nacional. Estamos
agradecidos por nuestro país y por las personas que lo forjaron, y recordamos
la presencia de la Iglesia en aquellos momentos fundacionales.



8.      Cuando
se celebró el primer Centenario de estos grandes acontecimientos, nuestra
Nación aparecía en el concierto de los pueblos como una tierra promisoria y
acogedora. Hoy, en vísperas de la celebración del Bicentenario, la realidad y
el ánimo no son iguales. “Nos sentimos heridos y agobiados... Pero queremos ser
Nación, una Nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso
por el bien común”.[8]



9.    
Desde los inicios de nuestra comunidad nacional, aun
antes de la emancipación, los valores cristianos impregnaron la vida pública.
Esos valores se unieron a la sabiduría de los pueblos originarios y se
enriquecieron con las sucesivas inmigraciones. Así se formó la compleja cultura
que nos caracteriza. Es necesario respetar y honrar esos orígenes, no para
quedarnos anclados en el pasado, sino para valorar el presente y construir el
futuro. No se puede mirar hacia adelante sin tener en cuenta el camino
recorrido y honrar lo bueno de la propia historia. 



10. En
nuestra cultura prevalecen valores fundamentales como

la fe, la amistad,
el amor por la vida, la búsqueda del respeto a la
dignidad del varón y la mujer, el espíritu de libertad, la solidaridad, el
interés por los pertinentes reclamos ante la justicia, la educación de
los hijos, el aprecio por la familia, el amor a la tierra, la sensibilidad
hacia el medio ambiente, y ese ingenio popular que no baja los brazos para
resolver solidariamente las situaciones duras de la vida cotidiana[9].
Estos valores tienen su origen en Dios y son fundamentos sólidos y verdaderos
sobre los cuales podemos avanzar hacia un nuevo proyecto de Nación, que haga
posible un justo y solidario desarrollo de la Argentina.



Juntos para un nuevo
proyecto de país



11. Acercándonos
al Bicentenario, recordamos que nuestra patria es un don de Dios confiado a
nuestra libertad, como un regalo que debemos cuidar y perfeccionar. Podremos
crecer sanamente como Nación si reafirmamos nuestra identidad común. En esta
búsqueda del bienestar de todos, necesitamos dar pasos importantes para el desarrollo
integral. Pero cuando priman intereses particulares sobre el bien común, o
cuando el afán de dominio se impone por encima del diálogo y la justicia, se
menoscaba la dignidad de las personas, e indefectiblemente crece la pobreza en
sus diversas manifestaciones.



12. No
obstante, nuestra mirada es esperanzada. “Los cristianos somos portadores de
buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras”[10].
Creemos estar ante una oportunidad única. Podemos aprovecharla, privilegiando
la construcción del bien común, o malgastarla con nuestros intereses egoístas y
posturas intransigentes que nos fragmentan y dividen.



13. ¿Por qué hablar de un proyecto de
país
? Hay una opinión generalizada sobre la necesidad de establecer
políticas públicas que, tomando como fundamento nuestra Constitución Nacional,
propicien un desarrollo federal, sano y armónico de la Argentina. Esta no es
una preocupación nueva. Forma parte del pensamiento y del servicio histórico de
la Iglesia: “no hay democracia posible sin una leal convergencia de
aspiraciones e intereses entre todos los sectores de la vida política con miras
a armonizar el bien común, el bien sectorial y el bien personal, buscando una
fórmula de convivencia y desarrollo de la pluralidad dentro de la unidad de
objetivos fundamentales”[11].



14.  No es realista pretender un
proyecto definitivamente estable, que no requiera ulteriores modificaciones,
porque las necesidades cambiantes exigirán las debidas adaptaciones. Pero es
indispensable procurar consensos fundamentales que se conviertan en referencias
constantes para la vida de la Nación, y puedan subsistir más allá de los
cambios de gobierno.



15.  Desde ellos, se deberían
institucionalizar las necesarias políticas públicas para el crecimiento de toda
la comunidad. Instalarlas requiere la participación y el compromiso de los
ciudadanos, ya que se trata de decisiones que no deben ser impuestas por un
grupo, sino asumidas por cada uno, mediante el camino del diálogo sincero,
respetuoso y abierto. Nadie puede pensar que el engrandecimiento del país sea
fruto del crecimiento de un solo sector, aislado del resto.



Un nuevo acuerdo sobre
políticas públicas



16. Como muchas veces hemos dicho, el diálogo es esencial en la vida de toda
familia y de cualquier construcción comunitaria. El que acepta este camino  amplía sus perspectivas. Gracias a la
opinión constructiva del otro, descubre nuevos
aspectos y dimensiones de la realidad, que no alcanzaría a reconocer en el
aislamiento y la obstinación.



17. Necesitamos aceptar que toda democracia padece momentos de
conflictividad. En esas situaciones complejas, alimentar la confrontación puede
parecer el camino más fácil. Pero el modo más sabio y oportuno de prevenirlas y
abordarlas es procurar consensos a través del diálogo.



18. Sólo el diálogo hará posible concretar los nuevos acuerdos para
proyectar el futuro del país y un país con futuro. Ello es fundamental en este
tiempo, donde la crisis de la economía global implica el riesgo de un nuevo
crecimiento de la inequidad, que nos exige tomar conciencia sobre la “dimensión social y política del problema de
la pobreza”[12]
. En
este sentido, la promoción de políticas públicas es una nueva forma de opción
por nuestros hermanos más pobres y excluidos. Ratificar y potenciar la opción
del amor preferencial por los pobres[13]
que brota de nuestra fe en Jesucristo[14],
“requiere que socorramos las necesidades urgentes y al mismo tiempo que
colaboremos con otros organismos e instituciones para organizar estructuras más
justas. Igualmente se requieren nuevas estructuras que promuevan una auténtica
convivencia humana, que impidan la prepotencia de algunos y faciliten el
diálogo constructivo para los necesarios consensos sociales”[15].
Creemos que estamos ante un momento oportuno para promover entre todos un
auténtico acuerdo sobre políticas públicas de desarrollo integral.



19. Pero nunca llegaremos a la capacidad de dialogar sin una sincera
reconciliación. Se requiere renovar una confianza mutua que no excluya la
verdad y la justicia. Las heridas abiertas en nuestra historia, de las cuales
también nos sentimos responsables, pueden cicatrizar si evitamos las
parcialidades. Porque mientras haya desconfianzas, éstas impedirán crecer y
avanzar, aunque las propuestas que se hagan sean técnicamente buenas. Todos
debemos ser co-responsables de la construcción del bien común. Por ello, hay
que sumar en lugar de restar. Importa cicatrizar las heridas,  evitar las concepciones que nos dividen
entre puros e impuros, y no alentar nuevas exasperaciones y polarizaciones[16],
para no desviarnos del gran objetivo: contribuir a erradicar la pobreza y la
exclusión. Por eso, soñamos con un Bicentenario de la reconciliación y de la
unidad de los argentinos. 
 



¿Qué estilo de
liderazgo necesitamos hoy?



20. En este tiempo necesitamos tomar conciencia de que “los cristianos, como
discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a contemplar, en los
rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a
servirlo en ellos”[17].
Para nosotros, este es el verdadero fundamento de todo poder y de toda
autoridad: servir a Cristo, sirviendo a nuestros hermanos.



21. En un cambio de época, caracterizado por la carencia de nuevos estilos
de liderazgo, tanto sociales y políticos, como religiosos y culturales, es
bueno tener presente esta concepción del poder como servicio. Como Iglesia,
este déficit nos cuestiona. En un continente de bautizados, advertimos la
notable ausencia, en el ámbito político, comunicacional y universitario, de
voces e iniciativas de líderes católicos, con fuerte personalidad y abnegada
vocación, que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas[18].



22. Por
eso, es fundamental generar y alentar un estilo de liderazgo centrado en el
servicio al prójimo y al bien común.[19]
Todo líder, para llegar a ser un verdadero dirigente ha de ser ante todo un
testigo. El testimonio personal, como expresión de coherencia y ejemplaridad
hace al crecimiento de una comunidad. Necesitamos generar un liderazgo con
capacidad de promover el desarrollo integral de la persona y de la sociedad[20].
No habrá cambios profundos si no renace, en todos los ambientes y sectores, una
intensa mística del servicio, que ayude a despertar nuevas vocaciones de
compromiso social y político. El verdadero liderazgo supera la omnipotencia del
poder y no se conforma con la mera gestión de las urgencias. Recordemos algunos
valores propios de los auténticos líderes: la integridad moral, la amplitud de
miras, el compromiso concreto por el bien de todos, la capacidad de escucha, el
interés por proyectar más allá de lo inmediato, el respeto de la ley, el
discernimiento atento de los nuevos signos de los tiempos y, sobre todo, la
coherencia de vida.



23. Alentamos
a los líderes de las organizaciones de la sociedad a participar en “la
reorientación y consiguiente rehabilitación ética de la política”[21].
Les pedimos que se esfuercen por ser nuevos dirigentes, más aptos, más
sensibles al bien común, y capacitados para la renovación de nuestras
instituciones[22]
. También queremos reconocer con
gratitud a quienes luchan por vivir con fidelidad a sus principios. Y a los
educadores, comunicadores sociales, profesionales, técnicos, científicos y académicos, que se esfuerzan por promover una
concepción integral de la persona humana. A todos ellos, les pedimos que no
bajen los brazos, que reafirmen su dignidad y su vocación de servicio
constructivo. Uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo es recuperar el
valor de toda sana militancia.



Nuevas angustias que
nos desafían



24. En el actual cambio de época, emerge una nueva cuestión social. Aunque
siempre tuvimos dificultades, hoy han surgido formas inéditas de pobreza y
exclusión[23]. Se trata
de esclavitudes modernas que desafían de un modo nuevo a la creatividad, la
participación y la organización del compromiso cristiano y ciudadano. Como
señala el Documento de Aparecida, hoy los excluidos no son solamente
“explotados” sino que han llegado a ser “sobrantes y desechables”[24].
La persona humana nunca
puede ser instrumento de proyectos de carácter económico, social o político[25].
Por ello, ante todo queremos reafirmar que nuestro
criterio de priorización será siempre la persona humana, que ha recibido de
Dios mismo una incomparable e inalienable dignidad[26].
La Iglesia quiere ser servidora de la “dignidad infinita”
de cada persona[27] y de todos
los seres humanos. Ello nos lleva a “contemplar los nuevos rostros de quienes
sufren”[28].



25. La nueva cuestión social, abarca tanto las situaciones de exclusión
económica como las vidas humanas que no encuentran sentido y ya no pueden
reconocer la belleza de la existencia. “Se desvanece la concepción integral del
ser humano, su relación con el mundo y con Dios”[29].
Los nuevos fenómenos “a menudo afectan a ambientes y grupos no carentes de
recursos económicos, pero expuestos a la desesperación del sin sentido de la
vida, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la
enfermedad, a la marginación o a la discriminación social”[30].
Ello se manifiesta, por ejemplo, en el crecimiento del individualismo y en el
debilitamiento de los vínculos personales y comunitarios[31].
Nos preocupan especialmente las graves carencias afectivas y emocionales[32].
Contemplamos un gran anhelo de encontrar razones para la existencia[33].
La deuda social es también una deuda existencial de crisis del sentido de la
vida: “se puede legítimamente pensar que la suerte de la humanidad está en
manos de quienes sepan dar razones para vivir”[34].
Ello nos debería interpelar a todos e invitarnos a discernir y promover nuevos
vínculos de pertenencia y convivencia y nuevos estilos de vida más fraternos y
solidarios.



26. Además, la situación actual del país y de la economía global nos
demuestra que el desarrollo no se limita al simple crecimiento económico[35].
Reconocemos una recuperación en la reducción de los niveles de pobreza e
indigencia después de la crisis de 2001-2002. Pero también es verdad que no se
ha logrado reducir sustancialmente el grado de la inequidad social. Junto a una
mejora en los índices de desempleo, el flagelo del trabajo informal sigue
siendo un escollo agobiante para la real promoción de millones de argentinos.



27.  Es grave la situación de la
educación en nuestra patria. Constituye un bien público prioritario muy
deteriorado, tanto por los magros resultados en el aspecto instructivo como en
la ausencia de un horizonte trascendente de la misma. Nos hallamos ante una
profunda emergencia educativa que, en caso de no revertirse con inteligencia y
celeridad, gravitará negativamente en el porvenir de las jóvenes generaciones.



28. Nos preocupa la subsistencia del gravísimo problema del endeudamiento
del Estado. Los pagos de la deuda externa constituyen un rubro estructural del
gasto público y condicionan gravemente los esfuerzos que debieran realizarse
para saldar la deuda social.



29.  Lamentablemente no se ha podido
erradicar un histórico clima de corrupción. Tampoco el mal del clientelismo
político, alimentado por la distribución de subsidios que no siempre llegan a
los que menos tienen. En muchos casos continúa la marginación de los aborígenes
y de los inmigrantes pobres. Es particularmente preocupante la situación de los
adolescentes y jóvenes que no estudian ni trabajan, a los que la pobreza les
dificulta el desarrollo integral de sus capacidades, quedando a merced de
propuestas fáciles o escapistas. Es escandaloso el creciente consumo de drogas
que hace estragos cada vez a más temprana edad. En todo el país se ha
multiplicado la oferta del juego. La población se ve afectada por la violencia
y la inseguridad que se manifiestan de variadas maneras.



30. En tiempos recientes, especialmente en la crisis de la última década,
hubo numerosas iniciativas en diversos sectores de la sociedad, cuya
experiencia puede ayudar a la construcción de un nuevo proyecto de país. Se
propusieron variados temas en orden al desarrollo integral de todos y a la
superación de los males de nuestra Nación. En particular recordamos la inmensa
tarea iniciada en aquellos días por las mesas del Diálogo Argentino. Pero hoy,
especialmente en medio de la actual crisis de la economía global, una vez más
necesitamos discernir los caminos para superar las nuevas angustias que nos
desafían. Debemos enfrentar estos desafíos confiando en las reservas morales y
en los profundos valores que son el sustento de nuestra convivencia, porque la
falta de verdad despierta profunda desconfianza y termina dañando el tejido
social.



Metas a alcanzar a la
luz del Bicentenario



31.  Los dramas que hemos descrito y
que afectan fundamentalmente a los más desprotegidos, están íntimamente
relacionados con profundas carencias morales y estructurales.  Por eso, a la luz del principio de la dignidad inviolable de cada ser humano y
de una concepción integral de la
persona, nos parece imperioso proponer, con vistas al Bicentenario de la
Nación, algunas metas que estimamos prioritarias para la construcción del bien
común:



32. Recuperar el respeto
por la familia y por la vida en todas sus formas.
Todo
lo dicho será siempre provisorio y frágil, sin
una educación y una legislación que transmitan una profunda convicción moral
sobre el valor de cada vida humana. Nos
referimos a la vida de cada persona en todas sus etapas, desde la concepción
hasta la muerte natural. Especialmente pensamos en la vida de los excluidos e
indefensos. También en la vida de las familias, lugar afectivo en el que se
generan los valores comunitarios más sólidos y se aprende a amar y a ser amado.
Allí se ilumina la vida afectiva privada y promueve el compromiso adulto con la
vida pública y el bien común. Alentamos a las familias a participar y
organizarse como protagonistas de la vida social, política y económica[36].



33. Avanzar en la
reconciliación entre sectores y en la capacidad
de diálogo.
Una amistad social que incluya a
todos, es el punto de partida para proyectarnos como comunidad, desafío que no
hemos logrado construir en el transcurso de nuestra vida nacional. “Es necesario
educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y caminos de
reconciliación y amistad social, de cooperación e integración”[37].



34.  Alentar el paso de habitantes a ciudadanos responsables. El
habitante hace uso de la Nación, busca beneficios y sólo exige derechos. El
ciudadano construye la Nación, porque además de exigir sus derechos, cumple sus
deberes[38].
Hay una carencia importante de participación de la ciudadanía como agente de
transformación de la vida social, económica y política. Los argentinos hemos
perdido el miedo a la defensa de nuestros derechos, pero la participación
ciudadana es mucho más que eso. El verdadero ciudadano intenta cumplir todos
los deberes derivados de la vida en sociedad.



35. Fortalecer las
instituciones republicanas, el Estado y las organizaciones de la sociedad
. Aunque a veces lo perdamos de vista, la calidad de vida de las
personas está fuertemente vinculada a la salud de las instituciones de la
Constitución, cuyo deficiente funcionamiento produce un alto costo social.

Resulta imprescindible asegurar la independencia del poder judicial
respecto del poder político y la plena vigencia de la división de los poderes
republicanos en el seno de la democracia. La calidad institucional es el camino
más seguro para lograr la inclusión social. Asimismo, debemos fortalecer a las
organizaciones de la sociedad.



36. Mejorar el sistema
político y la calidad de la democracia
.
Es imperioso dar pasos para concretar la indispensable y tan reclamada reforma
política. También para afianzar la orgánica vitalidad de los diversos partidos
y para formar nuevos dirigentes, reconociendo que las estructuras nuevas no
producirán cambios significativos y estables sin dirigentes renovados, forjados
en el aprecio y el ejercicio constante de los valores sociales. Sobre todo, es
imprescindible lograr que toda la ciudadanía pueda tener una mayor
participación en la solución de los problemas, para que así se supere el
recurso al reclamo esporádico y agresivo y se puedan encauzar  propuestas más creativas y permanentes. De
este modo construiremos una democracia no sólo formal, sino real y
participativa.



37.  Afianzar la educación y el trabajo como
claves del desarrollo y de la justa distribución de los bienes.
Urge otorgar capital importancia a la educación como bien público
prioritario, que genere inclusión social y promueva el cuidado de la vida, el
amor, la solidaridad, la participación, la convivencia, el desarrollo integral
y la paz. Una tenaz educación en valores y una formación para el trabajo,
unidas a claras políticas activas, generadoras de trabajos dignos, será capaz
de superar el asistencialismo desordenado, que termina generando dependencias
dañinas y desigualdad.



38.  Implementar políticas agroindustriales para un desarrollo integral. Es
necesario concretar un programa agropecuario y agroindustrial a nivel nacional,
que integre en la vida del país todo lo que está vinculado a nuestra tierra.
Cabe apreciar la histórica importancia del campo en el crecimiento de nuestra
sociedad y, a su vez, incorporar todos los avances tecnológicos con pleno
respeto del medio ambiente. Por otra parte, se ha de alentar el desarrollo de
las comunidades de los pueblos originarios y de las familias minifundistas,
favoreciendo el derecho a la propiedad de la tierra que habitan y trabajan. Es
prioritario apoyar la investigación y la inclusión científica y tecnológica de
los diversos sectores en favor de las personas y de la sociedad.



39. Promover el
federalismo
, que supone la necesaria y justa
autonomía de las Provincias y sus Municipios con relación al poder central, no
sólo referida al gobierno de esas jurisdicciones sino también a la
coparticipación de los recursos. Esta autonomía entraña la promoción de las
economías regionales y la igualdad en las condiciones de vida, y  también el
acceso a las libertades y derechos, especialmente en lo que respecta a la
educación, a la salud, al trabajo y a la vivienda digna.



40. Profundizar la
integración en la Región.
En estos tiempos que
vivimos es tarea prioritaria revalorizar la integración regional, por ejemplo
en el MERCOSUR, y también global, en el contexto de la creciente
interdependencia de las naciones, conscientes que “los retrasos en la
integración tienden a profundizar la pobreza y las desigualdades”[39].











Conclusión



41. Les hemos escrito estas reflexiones con espíritu constructivo, sin dejar de interrogarnos sobre nuestras propias
responsabilidades. Lo hacemos desde la fe en Jesucristo “que es la respuesta
total, sobreabundante y satisfactoria a las preguntas humanas sobre la verdad,
la justicia y la belleza”[40].
Tenemos siempre presente al
Señor Jesús, que se angustió hasta
las lágrimas cuando algunos en su tierra no aceptaban el mensaje de paz que él
les ofrecía[41]. Le pedimos
que los argentinos, todos juntos, podamos hacer de esta bendita tierra una gran
Nación justa y solidaria, abierta al Continente e integrada en el mundo. Nos
acogemos a María Santísima, nuestra querida Madre de Luján, para que ofrezca
esta sentida súplica a Aquel que es “el
Camino, la Verdad y la Vida
[42].





Los Obispos de la Argentina

96ª  Asamblea Plenaria

El Cenáculo – la Montonera (Pilar),

 14 de noviembre de 2008









SIGLAS Y ABREVIATURAS DE LOS DOCUMENTOS CITADOS



DOCUMENTOS DEL MAGISTERIO



ChL           Juan Pablo II, Exhortación apostólica
Christifideles Laici

GS
      Constitución
pastoral Gaudium et Spes, del
Concilio Vaticano II

PP             Pablo VI, Encíclica
Populorum Progressio

SRS          Juan Pablo II, Encíclica
Solicitudo Rei Socialis

NMI         Juan
Pablo II, Carta apostólica
Novo Millennio
Ineunte

EA            Juan
Pablo II, Exhortación apostólica
Ecclesia
in America

DI            Benedicto XVI, Discurso
Inaugural en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano

DA      Documento Conclusivo de Aparecida

CDSI      Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia



DOCUMENTOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA



ICN          Iglesia y Comunidad Nacional

NMA      Navega Mar Adentro












[1] EA 67



[2] DA 380



[3] CDSI, 154



[4] ICN, 129



[5] DA, 397.



[6] CEA, “Afrontar con grandeza
nuestra situación actual”
, 80° Asamblea Plenaria, 11de noviembre de 2000



[7] DI, 3



[8] Conferencia Episcopal Argentina, Oración por la Patria, 2001



[9] ICN, 197; NMA 28



[10] DA, 30



[11] ICN, 127





[12] CDSI, 184



[13] DA, 396



[14] Cf. DI, 3; DA, 393-394



[15] DA, 384.



[16] DA, 534



[17] DA, 393



[18] DI, 4



[19] ChL, 42; CDSI, 410.



[20] Cf DA, 394



[21] DA, 403a



[22] CEA, “Afrontar
con grandeza nuestra situación actual”
, 80ª Asamblea Plenaria, 11de noviembre de 2000



[23] SRS 15



[24] DA 65



[25] CDSI, 133



[26] CDSI 105



[27] DA 388



[28] Cf DA, 65



[29] DA 44



[30] NMI 50



[31] DA, 44



[32] DA, 444



[33] DA, 53



[34] GS, 31



[35] PP 14



[36] CDSI 246-249



[37] DA 535



[38] CEA, “La Doctrina Social de la
Iglesia. Una luz para reconstruir la Nación”
, 90ª Asamblea Plenaria, 11 de
noviembre 2005



[39] DA, 528



[40] DA, 380



[41] Lc 19,42



[42] Cf  Jn 14,6